12/05/2024
HomeInterés GeneralOpinión: Es el peronismo, estúpido – por José Mayero

Opinión: Es el peronismo, estúpido – por José Mayero

Una vez más un clásico del peronismo: poder y oposición al mismo tiempo. Someter a todo el país a su interna. En lo que va de gobierno, con pandemia o sin pandemia, da lo mismo, en los hechos el peronismo gobierna, pero al mismo tiempo las críticas más severas provienen del mismo peronismo. Con sus mitos fundacionales y su lógica acerca de los despliegues del poder. La famosa boutade de Perón “peronistas somos todos”, frase pronunciada después de enumerar las distintas corrientes políticas. Perón practicaba el humor, pero no era un humorista dedicado a divertir a su platea, sino un hábil político que se valía de distintos recursos para expresar sus verdades. Tampoco fue un “chiste” aquella frase “a los amigos todo, al enemigo ni justicia”. Un “chiste” que después padecieron miles de argentinos. Detrás de la frase “peronistas somos todos” palpita el concepto de identificar al peronismo con la nación y a sus opositores con la antipatria.

Quiénes suponen que es un concepto que quedó en el pasado, recordemos que durante la gestión de Macri, el principio que unificó a los peronistas es que todo gobierno no peronista es algo así como una ocupación ilegitima del poder. El peronismo interpreta todos los roles de la película, es gobierno y es oposición, abanderado de los derechos humanos pero extraña a Chavez y amigo de Maduro, es menemista pro capitalismo y defiende la retorica chavista de Cristina. Las palabras van y vienen, chocan contra las desmentidas y vuelven autenticadas como nuevas verdades.

Alberto Fernández fue uno de los críticos más virulentos que haya tenido su mentora, habló de pacto de impunidad y ahora dice que “entiende” el tratado con Irán, para citar solo un ejemplo. Para no mencionar al ubicuo Massa que hoy se abraza con Máximo Kirchner, al que prometió, hace tan solo un par de años atrás, confinar al ostracismo político, o el cinematográfico Pino Solanas, premiado con una embajada ante la Unesco con un salario de U$S 16000. Ahí están, “todos unidos triunfaremos”, conservando el capital simbólico de aquel movimiento que su líder supo definir simplemente como “un sentimiento”. Ese “sentimiento” todos los gobiernos peronistas lo tradujeron y transformaron en el guión habitual del peronismo en el poder: es el partido que se hace Estado, la ideología que se hace nación, el movimiento que se hace pueblo. Y es el gobierno que invocando al Estado, la nación, y al pueblo avanza paso a paso en la conquista de todos los espacios: ora nombrando un juez, ora amenazando a un periodista, ora expropiando una empresa. Así fue siempre, desde la consigna de una democracia nacional y popular.

En Argentina pasa de todo, de todo pero siempre lo mismo. Décadas de decadencia que se transforma en eterna. Eterno déjà vu. Solo que en este siglo XXI asistimos a la comunidad organizada 2.0. “Yo los voy a cuidar” dijo Fernández, sabedor de de que el paternalismo forma parte de la tradición peronista, habitante de un Estado que no tiene ya la función de un buen gobierno, de reformar y transformar, sino la de purificar y moralizar a la población con una pandemia de fondo, que, desde lo político le cayó como anillo al dedo. Una idea preexistente incluso al peronismo, esa, la de moralizar y purificar. Los Estados modernos deben cumplir con su funciones, no moralizar, el Estado no es una iglesia. Sin embargo, sabe muy bien Fernández, el arraigo que este pensamiento tiene en el imaginario social Gran parte de la comunidad es paternalista y clientelar, basada en los afectos y no en los derechos, en la complicidad por sobre la ley, de allí el cinismo discursivo desplegado en cada momento. La relatividad de los valores, el desprecio a las normas, el cínico arte de hacer y deshacer, decir y desdecirse. Desplegar un fanatismo que nubla la sensatez, practicar una fe intolerante con la moderación, el sentido común y el que piensa distinto. No dialogar, convencer, sino destruir, aniquilar. Pueblo o antipueblo. Patria o antipataria. Nación o antinación. Herejes, ex comulgados del rebaño que gobierna como si ellos fueran la verdad purificada. ¿Qué fe había detrás de los bolsos rebalsados de dólares?. ¿Qué pueblo invocaban los dueños de hoteles majestuosos? ¿A qué nación recurrían los zares del juego? ¿Qué fe proclamaban los revolucionarios internados en el sanatorio Otamendi?. Dentro del peronismo todo, fuera del peronismo nada. Ay de aquellos herejes que se animan a desafiar esa fe. De aquellos que en pleno siglo XXI se animan a plantear los valores de una República, los valores que aplican los países a los que les va mejor: acuerdos, diálogos, reformismo, pluralismo, respeto a las instituciones, división de poderes, altenancia democrática, capitalismo moderno. Todas herejías para ser excomulgados. Sintetizadas en un nuevo término descalificador, adaptado al lenguaje moderno: antes eran gorilas, ahora son neoliberales. A tal punto llega el fanatismo religioso en términos políticos que la vice ministra de Educación culpó al neoliberalismo por el coronavirus: “el coronavirus infectó sociedades humanas enfermas de neoliberalismo”. Textual. Mientras, en el conourbano los practicantes de esa fe religiosa, que gobiernan en su mayoría desde la restauración democrática no fueron capaces siquiera de proveer bienes tan esenciales como agua corriente y cloacas. Ni cordón cuneta han construido. No hablamos del tren bala, hablamos de cordón cuneta, en pleno siglo XXI.

Brindarle a la gente bienes y servicios acordes al mundo que estamos viviendo son delirios neoliberales que sueñan voltear el sistema. Como lo hizo a lo largo de toda su historia, el peronismo muta para sobrevivir. El Estado es de su propiedad, hay que engordarlo y mantenerlo bajo su estricta vigilancia. Resistir los cambios institucionales. Neutralizar los intentos modernizantes. Ser depositario de la fe histórica, mantener aggiornada la fuente sagrada del mito fundador. Si Clinton hubiera estado aquí, habría dicho “es el peronismo, estúpido”.

Etiquetas