19/04/2024
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La educación. A quien le importa ? – Por José Mayero

Por la mañana, en una radio, De Mendiguren abre el reportaje diciendo “me cuesta encontrar una mala noticia” y entre otros conceptos pondera la educación el día en que deberían empezar las clases. Al mediodía en el noticiero local, el presidente de FISFE (claramente alineada con el gobierno nacional) entre otros conceptos destaca la importancia de “articular lo público con lo privado y la educación”. En el mismo día se conoció la noticia que alumnos del secundario pasarán de año adeudando seis materias en las escuelas técnicas, en los bachilleres la promoción es hasta con dos previas, y en primero pasan todos sin importar cuantas materias adeuden. Recordemos que años atrás el gobernador Scioli había anulado los aplazos por ser “estigmatizantes”. En Argentina, de cada cien niños que ingresan en el preescolar, solo medio se recibe en una universidad, ni siquiera llega a un alumno. En una época en que la riqueza de los países ya no se mide por el territorio ni por sus riquezas naturales, sino por el conocimiento.

Hace décadas el sistema educativo viene nivelando hacia abajo. En los últimos años se descolgaron los “cuadros de honor”, se eliminaron las amonestaciones, se borraron los reglamentos de disciplina. A la eliminación de los aplazos siguió una normativa no escrita pero explicita en los hechos de eliminar las repitencias. Los directores se convirtieron en administradores de papeles y burocracia. Los exámenes de ingreso dejaron de existir impulsados por un pseudoprogresismo que anula cualquier iniciativa que apunte a incentivar el esfuerzo, la obligación, la exigencia, el aprendizaje, en síntesis, el mérito. Los dictados y la corrección ortográfica son considerados herramientas pedagógicas anacrónicas. En esa línea se boicotean todas las pruebas que impliquen una medición de resultados. Más aún, a las externas se las considera una herramienta de dominación del imperialismo. Calificar, premiar, distinguir son verbos extinguidos del diccionario del populismo educativo. Se los considera excluyentes, discriminadores, totalmente opuestos a una ideología inclusiva, integradora e igualitaria. Cuando la ideología se enamora tanto de sí misma, termina desentendida de sus consecuencias. Y las consecuencias de esa ideología inclusiva termina por devaluarlo todo. Ser abanderado dejó de tener significación, aprobar dejó de ser un logro. “Quemarse las pestañas” para obtener un título secundario o universitario dejó de ser un mérito. En la práctica los resultados muestran que lejos de incluir e igualar, esas resistencias a las exigencias perjudican a los jóvenes, a los sectores menos favorecidos. Ante cualquier examen de ingreso para cualquier requerimiento laboral o estudiantil, podrán exhibir un titulo, un papel devaluado, pero nulo conocimiento. Los más grandes aun conservan el orgullo por el nivel educativo que supo tener este país. Había un estándar que estaba garantizado por el sistema público de enseñanza y por valores muy arraigados en la sociedad. La mejor Argentina fue forjada por los estímulos al esfuerzo, al trabajo, al merito, lo que permitió la famosa movilidad social ascendente. Mi hijo, el doctor. Sindicalizada, ideologizada, endogámica, la escuela de los baradeles se ha alejado cada vez más de aquellos valores. Como la gota que orada la piedra poco a poco hemos ido naturalizando este estado de cosas. Si el pescado se pudre por la cabeza, los discursos públicos reflejan desde hace tiempo la devaluación cultural y educativa. La educación es un indicador de los problemas estructurales de la Argentina. Como sociedad deberíamos de una vez por todas empezar a discutir estos temas si en vez de añorar, queremos recuperar aquel país que nos hacía sentir orgullosos. Los nombres propios simbolizan modelos contrapuestos, veamos un par, simbólicamente, ¿qué país queremos, el de Milstein y Favaloro o el de Baradel y Moyano?